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Moctezuma y Cortés: una historia trágica

Historia interesante y curiosa

¿Acaso en verdad se vive en la tierra?
No para siempre en la tierra,
solamente un poco aquí.
Aunque sea jade, se rompe.
Aunque sea oro, se hiende.
y el plumaje de quetzal se quiebra.
No para siempre en la tierra,
solamente un poco aquí.
Nezahualcoyotl de Texcoco (1402-1472).
Durante
diez años, Moctezuma vio como, una a una, se iban sucediendo las 10 señales que anunciaban la caída del imperio mexica: cometas, incendios, rayos, inundaciones. Tenochtitlán, la capital de su imperio, todavía se alzaba majestuosa en la meseta mesoamericana. Pero Moctezuma no era un rey popular. Muchos de los pueblos que había conquistado o con los que había logrado forzadas alianzas, eran una amenaza potencial a su poder. Los totonacas y tlaxcaltecas, al igual que muchos de sus súbditos, querían derrocar a Moctezuma, hombre soberbio, orgulloso y cruel que el día de su consagración había sacrificado 5.000 prisioneros de la guerra con los otomíes.
Moctezuma conocía perfectamente las leyendas que decían que Quetzalcoatl, dios y rey de Tula, vendría desde el Este a reconstruir su ciudad, ahora desaparecida. Para muchos mexicas, ésta era una profecía sobre la caída del reino azteca.
La firme creencia de Moctezuma en estas profecías, junto con su falta de reacción, fueron en parte causa de su muerte y, a la postre, de la conquista española de los aztecas.

Cuando en Tenochtitlán empezaron a oírse los rumores de “montañas que se mueven sobre el agua” y hombres de piel blanca que venían del Este, Moctezuma no dudó que se trataba de Quetzalcoatl.
Para esa misma época, el Gobernador de Cuba era el español Diego Velázquez de Cuéllar. Poco tiempo antes había perdido parte de los recursos de su gobierno en una fallida expedición a Veracruz. Decidido a recuperar ese dinero, decidió realizar lo que los españoles llamaban eufemísticamente “rescate en oro”. Era una ley promulgada por Carlos V por la cual todos los españoles que viajaran a América podían quedarse con lo que obtuvieran, previo pago del 20% al reino de España. Velázquez de Cuellar vio la oportunidad de sanear su economía y envió al capitán Hernán Cortés al mando de una flota de 11 embarcaciones al territorio de los aztecas.

Al principio los españoles no tuvieron mayores inconvenientes: los indígenas estaban convencidos de que si les daban lo que ellos querían, se irían de nuevo por donde habían venido. Pero los rumores que Cortés escuchó acerca de las riquezas del Imperio Azteca, hicieron que tomara la decisión de conquistar Tenochtitlán.
Los totonacas, enemigos de los mexicas, vieron su oportunidad. Decidieron aliarse con Cortés para derrocar a Moctezuma. Lo mismo harían poco después los tlaxcaltecas.

Moctezuma, enterado de que las tropas avanzaban hacia la capital, envió presentes a los españoles con el fin de que desistieran en su avance. Pero más regalos enviaba Moctezuma, más crecía la ambición de Cortés y sus hombres, viendo la magnificencia de los regalos que recibían. Aunque Moctezuma se negaba a un encuentro directo con Cortés (en su creencia de que era un enviado del dios Quetzalcoatl), finalmente el 8 de noviembre de 1519 Cortés entró en Tenochtitlán, con un ejército de 400 españoles, 3 000 tlaxcaltecas y 40 caballos.

Según los diversos relatos, podría considerarse que Moctezuma actuó en una forma bastante extraña durante la estadía de Cortés en su ciudad. No sólo le hizo magníficos regalos (incluyendo su penacho de plumas), sino que además permitió una cantidad de excesos por parte de los “huéspedes”.
Cortés, percatado de la cantidad de tesoros que se escondían en el palacio donde se hallaba alojado, y temeroso de una emboscada azteca, denunció ante Moctezuma a un noble mexica, Cuauhpopoca, quien se había mostrado hostil y había participado en la batalla de Nautla, donde habían muerto siete españoles. En ese momento, 14 de noviembre de 1519, Cortés decidió poner bajo arresto a Moctezuma. A su vez, Moctezuma dio carta blanca a Cortés para el arresto y castigo de Cuauhpopoca: el noble fue quemado vivo.
Cortés también exigió a Moctezuma que abandonaran sus prácticas religiosas e instaló imágenes cristianas en el Templo Mayor de Tenochtitlán. También le pidió que ordenara el envío de oro desde todos los pueblos tributarios, cosa que Moctezuma no solo cumplió, sino que fue más allá, indicándole los sitios donde se ubicaban las minas.

Moctezuma continuó con este comportamiento servil durante unos meses más. Incluso ordenó a un grupo que se había rebelado, a las órdenes de Cacamatzin, señor de Texcoco, que depusieran su actitud. Al negarse, los arrestó.
Poco tiempo después Cortés debió salir de Tenochtitlán para sofocar una rebelión entre sus propias tropas. Dejó entonces al mando al capitán Pedro de Alvarado.
Por esos días se celebraba en la ciudad la Fiesta de Tóxcatl, de la que participaban sacerdotes, y jóvenes guerreros desarmados. En plena celebración en el templo, Alvarado mandó a cerrar todas las salidas y masacró a los que participaban de los rituales sagrados.

Esto fue más de lo que los mexicas podían soportar. Habían tratado de mantener el respeto a su rey, pero ya no podían seguirlo. Se lanzaron contra el palacio de Axayácatl y lo mantuvieron sitiado por más de veinte días.
Habiendo regresado Cortés a la ciudad, encuentra a sus soldados parapetados dentro de un palacio, y a Moctezuma prisionero junto con algunos de sus hijos y varios sacerdotes. Cortés hizo que Moctezuma saliera a hablar con la gente desde uno de los muros del palacio, pero una lluvia de flechas y piedras fue la respuesta. Tres días después Moctezuma murió. Algunas versiones indican que fue por las heridas que recibió en ese momento, otros hablan de heridas de espada.

La realidad es que, con sus soldados y él mismo sitiados, sin agua ni alimentos, con su “aliado” ahora muerto, Cortés decidió abandonar la ciudad. Trató de llevarse todo el oro y riquezas que pudieran cargar, pero debieron abandonarlo ante un feroz ataque mexica, en el que murieron más de 800 soldados españoles y 5.000 tlaxcaltecas. Abandonó definitivamente Tenochtitlán el 30 de junio de 1520.

Como con todo en esta vida, hay diferentes visiones del hecho. Está la de los conquistadores, que llamaron a este episodio “La Noche Triste”, según cuenta Francisco López de Gomara en su Historia general de las Indias:
.." Cortés a esto se paró, y aun se sentó, y no a descansar, sino a hacer duelo sobre los muertos y que vivos quedaban, y pensar y decir el baque la fortuna le daba con perder tantos amigos, tanto tesoro, tanto mando, tan grande ciudad y reino; y no solamente lloraba la desventura presente, más temía la venidera, por estar todos heridos, por no saber adónde ir, y por no tener cierta la guardia y amistad en Tlaxcala; y ¿quién no llorara viendo la muerte y estrago de aquellos que con tanto triunfo, pompa y regocijo entrado habían? "...
Y está la visión nahuatl, de Bernardino de Sahagún, en su Historia general de las cosas de la Nueva España:
.."Todo lo cogieron, de todo se adueñaron, todo lo arrebataron como suyo, todo se apropiaron como si fuera su suerte. Y después que le fueron quitando a todo el oro, cuando se lo hubieron quitado, todo lo demás lo juntaron, lo acumularon en la medianía del patio, a medio patio; todo era pluma fina"...
El 13 de agosto de 1521, Tenochtitlán cayó definitivamente en manos de Cortés, quien de inmediato comenzó la repartición y asignación de tierras a los soldados y capitanes participantes de las campañas de la conquista de México.

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Pinturas de Gabriel Picart

Gabriel Picart nació en Barcelona, España, en 1962, donde reside. Empezó su carrera artística a los veinte años, cuando comenzó a trabajar cómo ilustrador para publicaciones de diversos países europeos, especialmente de Holanda, Alemania y los Países Escandinavos. Poco después lo haría para las agencias de publicidad y editoriales más importantes de Estados Unidos y Canadá, mercado en el que ha desarrollado una intensa y exitosa carrera como artista comercial. Desde 1996, Picart se dedica en exclusiva a la creación de su obra pictórica.

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