En las noches turbias de mi vida,
mi ser herido en lo hondo se agitaba,
como débil embarcación en el océano,
que un estruendo de tempestad resquebrajaba.
El viento lloraba mi lamento,
y sigiloso se escurría por la ventana,
como escapan tristes las hojas secas
de un jardín que en Otoño pierde la batalla.
Las sombras nocturnas me inundaron,
porque ninguna luz en la negrura resaltaba;
un coro laceraba desde el cielo,
con su canto cada espacio de mi alma.
Mis gemidos se ahogaron para entonces,
y no hubo lágrimas que en la aurora aún quedaran;
me alentó la esperanza de un mundo nuevo,
cuando a punto de expirar ya me encontraba
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