Después de 203 años, los mármoles antiguos de la colección Borghese - 65 de más de 600 esculturas de la época romana, durante dos siglos el núcleo central de las colecciones arqueológicas del Museo del Louvre - comprado por Napoleón con el fin de legitimar a los ojos del mundo acaba de adquirir el poder imperial , regresando a Roma para ser expuesta al público hasta el 09 de abril 2012.
Entre ellos, el Hermafrodita, una copia romana de un original griego del siglo II aC, restaurado por Larique, y acostado en un colchón esculpida por Bernini en 1620.Hermafrodita es un personaje de la mitología griega, hijo de Hermes y Afrodita. Hermafrodita es en realidad una combinación de los nombres de ambos padres. El dios fue criado por las ninfas de Frigia. Quince años, durante su exploración del mundo, el hermoso dios llegó a Caria, en las orillas de un lago grande. Aquí vio la ninfa Salmacis, que se enamoró de él inmediatamente. Esto sólo Hermafrodita se bañó en el lago, pidió a la gente a formar parte de él para siempre. Los dos se convirtieron en un solo ser, mitad hombre mitad mujer.Hermafrodita obtenido por los dioses que nadie se había sumergido en el lago habría perdido su virilidad. El Hermafrodita, entre los trabajos más antiguos celebrados, a la que el propietario, Scipione Borghese, quería añadir un dormitorio completo con mármol cuscinoin efecto realista de una estatua antigua. El cardenal, un famoso coleccionista de estatuas de la antigüedad, "llamada" para que esta "adición" al joven Gian Lorenzo Bernini (1598 - 1680) que ya "trabajaba con su padre Pedro en la Villa.
Pablo Solari por Adrian G Basualdo Un largo y solitario camino La mirada clara de Pablo Solari custodia el paisaje raigal del barrio porteño de Flores, donde nació en abril de 1953. Un lugar de avenidas transitadas, como aquella Juan Bautista Alberdi en la que medio siglo atrás estuviera su casa natal, o la San Pedrito en la que hoy tiene el taller que comparte con "Monchi", el gato blanco que pasea con gracia por entre colores y pinceles, pero también de calles recoletas, de adoquines adecuados para el fútbol entre amigos y la lectura compartida de los libros de aventuras de la colección Robin Hood. Una infancia con eje en la vida familiar, donde la presencia de Italia se materializaba en padres y abuelos inmigrantes recientes, originarios de la Toscana, que se resistían a dejar su lengua y sus costumbres, sus canciones y el sobrevuelo de las melodías de Puccini y de Verdi cuyos ecos aun tienen vigencia en las mañanas frescas de este invierno de 2003. L
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