Se formó en el taller de Squarcione Padua, donde desarrolló el gusto por citar arqueológicos, entró en contacto con la noticia de la aprobación de las ciudades toscanas, como Fra Filippo Lippi, Paolo Uccello, Andrea del Castagno, y sobre todo, Donatello, de quien aprendió una aplicación precisa de la perspectiva. Mantegna se distinguió por el hecho de perfecta disposición espacial, el gusto por el diseño claramente delineadas y de la forma monumental de las figuras. El contacto con las obras de Piero della Francesca, que tuvo lugar en Ferrara, señalaron sus resultados aún más en el estudio prospectivo con el fin de alcanzar los niveles de "ilusión", que son típicos de toda la pintura del norte de Italia. Asimismo, en Ferrara, pudo conocer el patetismo de las obras de Rogier van der Weyden rastreable en su pintura devocional, a través del conocimiento de las obras de Giovanni Bellini, con cuya hermana se casó con Nicolosia, las formas de sus personajes se suaviza sin perder monumentalidad, y conjuntos se colocaron en más espacioso. Constante a lo largo de su producción fue el diálogo con las estatuas, tanto contemporáneos como clásicos. Giulio Carlo Argan demuestra que la pintura de Mantegna se caracteriza por su evocación de imágenes de la antigüedad clásica. Mantegna es la primera gran "clásica" de la pintura. Su arte puede ser descrito como una "arqueología clásica".
Pablo Solari por Adrian G Basualdo Un largo y solitario camino La mirada clara de Pablo Solari custodia el paisaje raigal del barrio porteño de Flores, donde nació en abril de 1953. Un lugar de avenidas transitadas, como aquella Juan Bautista Alberdi en la que medio siglo atrás estuviera su casa natal, o la San Pedrito en la que hoy tiene el taller que comparte con "Monchi", el gato blanco que pasea con gracia por entre colores y pinceles, pero también de calles recoletas, de adoquines adecuados para el fútbol entre amigos y la lectura compartida de los libros de aventuras de la colección Robin Hood. Una infancia con eje en la vida familiar, donde la presencia de Italia se materializaba en padres y abuelos inmigrantes recientes, originarios de la Toscana, que se resistían a dejar su lengua y sus costumbres, sus canciones y el sobrevuelo de las melodías de Puccini y de Verdi cuyos ecos aun tienen vigencia en las mañanas frescas de este invierno de 2003. L
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